Desde muy cría siempre me ha gustado tener al menos un cajón desastre, uno de esos en los que no hay nada establecido a la hora de guardar las cosas. Donde vas dejando objetos variopintos que, o no sabes dónde guardar y organizar, o no te apetece recoger en ese momento.
Acabas acumulando un montón de cosas, y como no es un cajón que suelas abrir, hacerlo es divertido. O cuando estás pasando por un día "pocho". Algo habrá que te haga sonreir, o al contrario, ponerte meláncolica.
Un collar que creías perdido, un carnet de biblioteca caducadísimo con tu foto de hace diez años (luego dicen que no he cambiado.. ais), una tarjeta de un restaurante que te gustó y prometiste volver, un sobre de almax (de los quenunca tienes cuando necesitas), o un contrato inicio de un engaño, o una cartera sin estrenar...
Al final estos cajones son lo que más te cuentan de ti.